Pequeños espacios
Hace un par de meses, participé en un taller de poesía para migrantes ofrecido por Vancouver Writers Fest y dirigido por Evelyn Lau. Leímos, reímos, hablamos, lloramos, pero lo más trascendental de ese espacio de apenas cuatro horas fue crear un lazo, entablar comunidad, conocer a otras personas que, por múltiples circunstancias, tenían al menos dos hilos en común conmigo: la escritura y la experiencia de migrar.
Desde el año pasado he ido a múltiples talleres de escritura creativa, pero este fue diferente. Por primera vez, me volví a encontrar con algunos de los participantes un par de días después, en otro evento. Y luego en otro, y otro más. Y así, poco a poco, me han ayudado a cultivar un pequeño espacio de pertenencia en una ciudad que no me pertenece y a la que no pertenezco, no del todo.
Entre versos y libros, risas y lágrimas (y chasquidos de dedos), he encontrado un respiro, un subterfugio del ajetreo diario, al cuál me aferro y en el cuál encuentro un empujón, a veces tan necesario, para ver siempre el sol más allá del gris de las nubes.
Tal parece que las piezas, poco a poco, terminan de encajar.