Que no se te pase
ser Eros,
ser Atlas,
saltar de golpe hasta los astros,
(no) esperar el rebote, el golpe, el choque.
Que no se te pase
llenar el tintero,
escribir tres líneas indelebles para renovar los votos
antes de salir de casa.
Que no se te pase
esperar a Godot en la parada de Bellas Artes,
regresar a los libros con cada parpadeo
a tres mil poemas por segundo,
perder el autobús, perderte en el viaje
para volver al día siguiente, como si nada hubiera pasado,
con una sonrisa.
Que no se te pase
la mundanidad:
desayunar almorzar morir cenar otra vez
ocultarte de noche (algunas noches)
invocar el canto de los desdoblar los recuerdos cada noche
cortar cada hilo,
ahogarlos,
ahogarte.
Que no se te pase
ocultar todo atisbo de extrañeza
- no vocalización, no presencia,
nunca un fenómeno o manifestación.
Que no se te pase
llenar de humo tu rostro para tener más vida
alrededor de los ojos.
Que no se te pase
escribirle mil poemas a la luna y al futuro
mientras se apagan una a una
las estrellas.
Que no se te pase
limpiar la casa y ordenar las cucharas,
llenar de recogijo a quienes viven contigo,
olvidar la última rebanada de pan y encontrar migajas:
crear polvo.
Que no se te pase
esconderte de la muchedumbre para bailar salsa
con dos pies izquierdos,
derramar el trago, derramar el vaso,
ubicar el otro pie derecho,
cerrar los ojos y volver a nacer
en llamas plateadas.
Que no se te pase
amanecer descalzo,
desconcertado,
en ciertos regazos.
Que no se te pase
recibir un golpe y poner la otra cara,
correr por Chacaito a las 7 de la noche
buscando cómo regresar a quién sabe qué encuentro,
para qué si ya no hay estrellas ni aves migratorias,
solo nubes,
solo tierra
y tristeza.
Que no se te pase esperar al día en que la barca haya zarpado
y el fuego de altamar consuma todo,
hasta la tinta.
Este poema fue escrito y publicado originalmente en una iteración anterior de este blog, y fue recuperado para esta versión. Únicamente está disponible en español.